Después de 365 días, 8.760 horas, 525.600 minutos, 31.536.000 segundos… ¿no crees que nos merecemos unos cuantos días de vacaciones?, yo creo que si.

No hagamos más números, ni comparemos. Simplemente, descolguemos el teléfono, desconectemos, durmamos  y soñemos despiertos…

Porque no sé si lo sabes, pero es mientras dormimos que nuestro cerebro aprovecha esa aparente desconexión para reordenar toda aquella información y vivencias que durante la vigilia le hemos ido introduciendo voluntaria o involuntariamente.

Y eso mismo es lo que creo que nos conviene estas vacaciones, como si durmiéramos: reciclar, regenerar, ordenar, recargar… pero, sobre todo, riendo, porque no hay mejor desestresante, ni mejor regenerador y reconstituyente que la risa.

Reírnos  de todo lo que nos ha pasado durante este año, reírnos  de lo que nos  espera, pero reírnos  sobre todo, de todo lo de esa agenda en blanco de los días del  mes de agosto, que te va a permitir todo aquello que llevas un año deseando hacer.

Y entre esas cosas, creo que, además de dedicar el tiempo necesario y recomendable al ocio, también es el momento ideal para reforzar y/o reconstruir esos  aspectos de nuestra vida que por culpa del día a día tan ajetreado en que vivimos vamos dejando abandonados.

Relaciones  familiares, de amistad, tiempo para dedicarse a una/o misma/o…es necesario parar, reflexionar, mirar hacia atrás y hacer balance de lo que hemos hecho y valorar si vamos bien o no. Creo que es momento de vivir nuevas experiencias que te aporten y amplíen tu bagaje cultural y personal que hagan abrir la mente hacia otras posibilidades e ideas, las cuales te ayuden a mejorar como persona y como profesional.

Pero lo que más espero hacer en estos días es intentar ser más feliz…