El pasado 28 de mayo, me vi obligada (este tema da para otra reflexión) a participar como vocal en las elecciones. Durante todo el día, desde las 7:30 de la mañana hasta las 22:00 horas, me vi transportada a una época en la que los ordenadores no existían. Aunque ya había sido vocal en el pasado, me sorprendió constatar que el proceso seguía siendo exactamente igual. Esta experiencia reveladora me llevó a reflexionar sobre cómo es posible que aún ocurran estas situaciones en pleno siglo XXI.

En mi día a día, estoy inmersa en un mundo digitalizado, donde la tecnología impulsa la eficiencia y la automatización en todos los procesos. Sin embargo, al adentrarme en el ámbito electoral, me encontré en una situación completamente diferente. Desde la toma de datos de los votantes hasta el conteo de los votos, todo se realizaba manualmente, utilizando papel y bolígrafo. Incluso se empleaba papel de calcar para copiar información, una práctica que creía obsoleta o, al menos, desaparecida.

Como profesional que valora los avances tecnológicos y su impacto en la mejora de los procesos, me sorprendió ver cómo el ámbito electoral aún depende en gran medida de métodos tan «tradicionales». La ausencia de ordenadores no solo generaba una carga de trabajo adicional, sino que también incrementaba la posibilidad de cometer errores humanos. El conteo manual de votos, por ejemplo, aumentaba el riesgo de equivocaciones y ralentizaba la recopilación de datos. Obviamente, tuvimos que contar las papeletas varias veces, pues no cuadró a la primera. Además, la entrega de los resultados también fue una experiencia un poco «surrealista» con la escritura manual, copiada 6 veces en papel de calca, rellenando 3 sobres y entregando uno por correo, mientras los otros dos tenían que ser entregados personalmente por parte de la presidenta de mesa a horas intempestivas, etc., etc. Todo esto, evidentemente, afectó la rapidez en la obtención de resultados.

Mi experiencia como vocal en las elecciones del 28 de mayo me llevó a reflexionar sobre la necesidad de modernizar los procesos electorales. En una sociedad en la que prácticamente todos los trámites administrativos se realizan utilizando tecnología informática, no es lógico ni se puede explicar que los procesos electorales se sigan llevando a cabo como hace 30 años o más. Aunque es comprensible y absolutamente necesario que la implementación de la tecnología en este ámbito sea cuidadosa y garantice la transparencia y seguridad, resulta evidente que la introducción de sistemas informáticos agilizaría y simplificaría muchos aspectos del proceso electoral.

Espero que en un futuro próximo podamos presenciar una mayor incorporación de la tecnología en el ámbito electoral, lo cual permitiría mejorar la eficiencia, reducir errores y agilizar la transmisión de resultados. No podemos quedarnos estancados en el pasado cuando vivimos en una era de avances constantes. La introducción de ordenadores y sistemas digitales en las elecciones podría ser el primer paso para modernizar este importante proceso democrático y brindar a los ciudadanos una experiencia más fluida y confiable.